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miércoles, 6 de septiembre de 2017

CRÍTICA DE SONG TO SONG (2017)

13:33:00 0 Comentarios
SIEMPRE LA MISMA CANCIÓN
Por Lucía Pérez García


Las canciones de Terrence Malick tienen diferente título pero idéntica melodía. Variaciones sobre un mismo tema o un mismo tema con ligeras variaciones. A penas hay una delgada línea que las separa. El color es lo de menos. Ninguna de ellas nos descubre un nuevo mundo. El árbol de la vida dejó de dar sus frutos hace tiempo. El director no supo abonar las malas tierras. Y aquellos días de cielo despejado llegaron a su fin. To the wonder… pero no más allá.

Quizás el tiempo sea la clave. Porque Malick solo puede ser llamado cineasta cuando se toma su tiempo. Pensar, meditar, reconocer, crear, trabajar. Detectar errores y buscar soluciones. Cuando el tiempo se reduce, el proceso de creación es mínimo y, como resultado, las películas cada vez lo son menos: película, creación y tiempo que tardan en olvidarse. Muy atrás queda el tiempo en el que sus obras eran dignas de proyectarse, más que dignamente, en los cines. Con El Árbol de la vida, paradójicamente, llegó la muerte, en vida.


Ni la fotografía de su inseparable Emmanuel Lubezki. Ni el buen trabajo de Fassbender como un productor musical odioso y odiable. Ni la curiosidad de comprobar que Rooney Mara, teniendo a Blanchett cerca, puede hacer un buen papel tan cercano y tan lejano a la vez del de Carol, sin parecerlo demasiado. Ni los cameos musicales. Ni nada de nada. Todo es real y exactamente lo mismo: ricos que, efectivamente, también lloran; casitas impensables para todo el que no sea futbolista, frialdad –en los personajes y en las casitas-, lejanía con el espectador, voces en off, playas, fiestas, parejas que no saben si se quieren o no se quieren, actores que repiten, actores que quedan cortados en postproducción, largas jornadas de rodaje, improvisación… y si a eso añadimos varios flashes -¿intencionados?- de películas de Ryan Gosling, apaga –la radio- y vámonos que esta canción ya me la sé. De memoria.

Y lo digo yo que, en general, me suele gustar el cine de Terrence Malick -principalmente entre 1973 y 2011-. Yo, fan número uno de las buenas actuaciones –de las malas no tanto- de Michael Fassbender. Yo, cuya actriz favorita es Cate Blanchett. Yo, que le di un 10 a Carol. Yo, que me adoro la música, y más en el cine. No puedo decir más de una película que reúne lo mejor de lo mejor para acabar siendo casi la peor –ese honor lo tiene Knight of Cups-. No puedo abandonarme más que a la esperanza de que la próxima canción de Malick merezca, al menos, ser tarareada.

Valoración: 5.5 / 10



SONG TO SONG (2017)
Director: Terrence Malick
Reparto: Michael Fassbender, Ryan Gosling, Rooney Mara, Natalie Portman, Cate Blanchett, Haley Bennett, Val Kilmer, Boyd Holbrook, Trevante Rhodes, Clifton Collins Jr., Angela Bettis, Bérénice Marlohe, Florence Welch, Holly Hunter, Iggy Pop, Flea, Lykke Li, Patti Smith, Austin Amelio
Género: Drama, música, romántica
Duración: 129 min.

viernes, 5 de febrero de 2016

CRÍTICA CAROL (2015)

10:44:00 0 Comentarios
Director: Todd Haynes. 
Reparto: Cate Blanchett, Rooney Mara, Sarah Paulson, Kyle Chandler, Jake Lacy, Cory Michael Smith, Carrie Brownstein, John Magard, Kevin Crowley, Gielreath, Ryan Wesley Gilreath, Trent Rowland, Jim Dougherty, Douglas Scott Sorenson, Nik Pajic.  
Género: drama, homosexualidad.  
Duración: 118 min.  

Valoración 10 / 10 
Por Lucía Pérez García 

Escribir sobre Carol y no parecer exagerada es casi misión imposible. Y es que Carol solo tiene de malo que se acaba en el minuto 118.

Todd Haynes ha reunido la delicadeza del Ang Lee de Brokeback Mountain y las ansias de libertad femenina de Telma & Louise, y le ha dado el toque especial de la experiencia del que ha dirigido tantas obras sobre la homosexualidad, empezando por su propia vida. Allí donde se quedó Lejos del Cielo, empieza Carol. Allí donde empieza Carol tienen lugar el amor, la emoción, el descubrimiento, la elegancia y la sutileza. Tiene lugar la infinitud de Cate Blanchet. Una presencia que los ojos miran con otra luz, porque el espectro normal es incapaz de alcanzarla. Tiene lugar una Ronney Mara casi Hepburninana, que quiere “desayunar con diamantes”, pero teme enfrentarse a “la calumnia”. Tiene lugar el mejor Carter Burwell con precisos y apasionantes dibujos musicales. Tiene lugar todo aquello que se busca en una película, incluso más.

Pero Carol, más que nada, son ellas. Son las miradas y los gestos. Una mano en el hombro. Un roce sin querer. Se siente electricidad. Calambres y escalofríos flotando en la ambientación maravillosa de los años cincuenta. Quieren y no pueden, o no deben. Detrás de cristales de escaparates, coches y ventanas. Ellas miran siempre desde allí, desde donde todo queda empañado. Solo en la intimidad ese reflejo nebuloso deja de ser solo un reflejo, y los cristales desaparecen. Desaparecen las barreras que las separan de las convecciones sociales y desaparecen las siluetas borrosas para convertirse en sueños reales. ¿Se puede hilar más fino sin caer en el manierismo y la pretenciosidad? ¿Se pueden tener ganas de rebobinar y volver empezar? ¿Se puede ser tan injusto como para no haberla nominado a mejor película y mejor director? Se puede, y Carol es la confirmación. 




Próximamente: análisis de la BSO en De Fan a Fan

viernes, 15 de noviembre de 2013

CRÍTICA BLUE JASMINE (2013)

20:20:00 2 Comentarios
BLUE JASMINE (2013), WODDY ALLEN
RepartoCate Blanchett, Alec Baldwin, Peter Sarsgaard, Alden Ehrenreich, Sally Hawkins, Louis C.K., Michael Stuhlbarg, Bobby Cannavale, Andrew Dice Clay, Max Casella, Tammy Blanchard

Valoración: 9 / 10

UN TRANVÍA LLAMADO BLUE MOON
Por Lucía Pérez García

Me dijeron que cogiera un tranvía llamado Deseo, que luego transbordara a otro llamado Cementerio y que después me apeara en lo que llaman, los Campos Elíseos. Seguí las instrucciones, y allí, en una gran pantalla luminosa, me esperaba una tal Blanche Du Bois, hija de un tal Tennesse Williams, que había sido adoptada por un tal Woody Allen y había cambiado su nombre por el de Jasmine, porque olía a flores. Lo que no sabía era que a las flores no duran para siempre, y que su vida, como la de una flor, terminaría marchitándose pétalo a pétalo y al ritmo de la canción Blue Moon: me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere…y así sucesivamente, hasta volverse loca.
Jasmine era feliz. Jasmine lo tenía todo. Pero el destino le obligó a cambiar Manhattan por un pequeño barrio de San Francisco, la alta sociedad neoyorkina por la clase trabajadora, las bolsas de Louis vuitton por las bolsas de papel del supermercado; la vida de una flor por la de un hierbajo. Y tanto cambio, tanto ir y venir, tantos recuerdos mezclados con nuevas, y no demasiado placenteras, experiencias; tanta indecisión, tanto alcohol y tantas pastillas para la ansiedad, no le sientan nada bien a las flores.
Sin embargo, lo que no le sienta bien a las flores, parece que al cine le viene de maravilla. Blue Jasmine es una ocasión perfecta para recrearse en los recursos cinematográficos: la cámara a momentos inquieta, como Jasmine; planos pacientes e impacientes; como Jasmine; una profundidad de campo que emborrona ciertos momentos, como la cabeza de Jasmine; continuos y acertadísimos flashbacks; como continuos son los recuerdos de Jasmine; diálogos dramáticos y cómicos, como los que se trae Jasmine con ella misma…no hay nada de la extrema personalidad de Jasmine que no se aproveche al máximo.
Jasmine tiene algo de Annie Hall, de Blanche Du Bois y de otras tantas mujeres al borde de un ataque de nervios. Y Cate Blanchett lo tiene todo, y lo da todo; desde el primer monólogo en el avión, hasta el último en el banco del parque. No descansa. Sus emociones están a “flor” de piel los 98 minutos de metraje. Si la flor no termina desintegrándose como materia orgánica es porque Cate Blanchett muestra una fuerza descomunal. Aunque quizás  ella si acabará algo vacía después de meterse en piel de una flor tan especial. Pero no hay vació que no pueda llenar una estatuilla dorada…
Algunos pensarán que Woody Allen es siempre lo mismo: neurosis, neurosis, neurosis. Pero la genialidad está en saber enfocar esa neurosis de una forma diferente cada vez y sorprendernos con cosas tan iguales y tan totalmente distintas.










PD: Atentos al cameo de Hitchcock. El maestro nunca muere.