¿Te atreves a entrar en el cuadrado?
Es curioso cuando las colas se convierten en cara-colas y dan vueltas y vueltas alrededor del más insignificante, e incluso inexistente, mobiliario urbano hasta perder la cola. Cuando la pescadilla, literalmente, se muerde la cola, y la cola vuelve a empezar espontáneamente, derivando en figura geométrica alternativa, o similar. Entonces llegas tú, inocente y emocionada, con tu entrada de cine en la mano, y preguntas: “¿Es esta la cola para la sala 1?” Y nadie sabe nada. Y llega otro iluso y te hace a ti la misma pregunta. Y tú tampoco lo sabes. Y la cola se va formando aleatoriamente. Y tú te empiezas a hacer mucho pis. Y le pides al de detrás que te guarde el sitio. Y sales corriendo, pensando que acabas de arriesgar tus cervicales ofreciendo tu total confianza a un desconocido. Pero tienes mucho pis, y dos horas y veinte minutos de película por delante. Y al volver, ya no recuerdas la cara del desconocido. Porque es eso, un desconocido. Y la cola ya no es lo que era. Y giras y giras sin rumbo definido hasta que alguien grita: “¡Chica!”. Y te sientes aliviada. Y la cola empieza a correr hasta que ya no es cola. Y la película empieza. Y la película acaba. Y no sabes si te han engañado o no. Y piensas. Y piensas. Y piensas… hasta que la pescadilla se muerde la cola y desconfías de tus pensamientos. Y quieres escribir. Y quieres que se fíen de tu crítica fundamentada como historiadora del arte que ha visto una película sobre arte. Y no sabes que escribir para no parecer bohemia. Y la lías. Como una caracola. Y vuelta a empezar. Si la cola hubiera sido cuadrada…
“El Cuadrado es un santuario de confianza y solidaridad. Dentro de él todos tenemos los mismos derechos y obligaciones”.
¿Estás segura que va sobre la confianza? ¿o lo aparenta? Aparenta. Aparente. Apariencia… ¿apariencias? Y todos los de la sala salimos aparentando que somos súper expertos. Y todos ponemos cara de estar mirando una instalación súper conceptual en un museo. Y llegamos a casa y vemos un telefilme alemán de sobremesa. Pero todos hemos entendido The Square.
¿Sobre el contraste entre la imagen y la verdadera personalidad? Y un niño de cinco años se acerca y te dice que porque ves películas tan aburridas que solo dicen tonterías. Y tú le intentas explicar. Y el niño te mira con cara. Y tú acabas dándote cuenta de las tonterías que estás diciendo.
¿Y el arte? Y descubres lo que ya sospechabas sobre el mundo del arte contemporáneo, y de la mejor y más mordaz forma posible. Que un bolso en un museo no es una obra de arte. Que muchas exposiciones nos toman el pelo. Que muchas performances nos tiran del pelo, literalmente. Que ni ellos mismos se lo creen. Que detrás de un traje y una tarjeta de visita de diseño hay un personaje. Y que un niño te puede escupir en la cara. Y el escupitajo sí que será arte.
¿En fin? Hay escenas de un humor soberbio e inteligente. El humor de Ruben Östlund, que además de ser muy aficionado al arte contemporáneo, es bastante peculiar, y a mí me hace gracia. Todo se remonta a aquella película sobre la avalancha donde un padre salvaba su móvil antes que a su familia. Muy serios los adultos, pero luego se comportan como niños. Parecen muy importantes, pero no se puede confiar en ellos. Y mientras, los niños, más coherentes, se lo echan en cara. Qué buena era eh. ¿Cuál? Fuerza mayor. Y esta, ¿es buena? Ha ganado en Cannes. ¿Pero? Es complicada. ¿…? Es graciosa. ¿Te estás haciendo la sueca? No. El sueco es el director.
Valoración: 7 / 10
THE SQUARE (2017)
Director: Ruben Östlund
Reparto: Claes Bang, Elisabeth Moss, Dominic West, Terry Notary, Christopher Læssø, Marina Schiptjenko, Elijandro Edouard, Daniel Hallberg, Martin Sööder, Linda Anborg, Emelie Beckius, Peter Diaz, Sarah Giercksky, Jan Lindwall
Género: Comedia, arte
Duración: 142 minutos.
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