Animación
Valoración: 7 / 10
LA ALEGRÍA DE LA HUERTA
Por Lucía
Pérez García
A Dios pongo por testigo que jamás volveré a probar una
fresa. Me sería imposible arrancarle el rabito sin sentirme culpable por
asesinar a una criaturilla tan adorable. Pasaría noches y noches soñando con
esos ojitos a lo Gato con botas y esas mini patitas de feliz vegetal; y
escuchando esa vocecilla indescifrable diciéndome: “nu me coma po favo”.
A Dios pongo por testigo, pues, que desde ahora no tendré
más remedio que pasar hambre. Porque lo mismo que digo fresa, digo: pepino,
sandía, hamburguesa, tacos, gambas, rábanos, etc, etc…a partir de ahora, no me
queda más remedio: los alimentos son amigos, no comida.
Si siempre soñaste, como yo, con visitar la isla
Nublar y caminar entre dinosaurios, este puede ser un buen entrenamiento. Aquí
no hay ADN de anfibio, sino una FLDSMDFR
que consigue convertir el agua en comida y que seria el sueño de un alquimista
hambriento. Tampoco hay tiranosaurios, velociraptores ni gallimimus, sino
burguerañas, tracodrilos y platanotruces; por lo que el peligro de ser devorado
es a la inversa. Lo que sí tenemos son dos científicos a lo Alan Grant y Ellie Sattler, y un
malo que en lugar de un gordo informático devora chocolatinas, es una especie
de Steve Jobs malvado y ondulante fabrica barritas energéticas; cuya compañera
orangutan es, por cierto, la criatura más fea y horrorosa de la película y a la
cual, por si fuera poco, le endosan el chiste más malísimo de todos: “relaxing cup of café con leche”…pobre
criatura simiesca.
El guión, por sí solo, no es gran cosa, pero todo es
tan surrealista y tan absurdamente feliz que da igual que la historia no tenga
chicha, porque ahí están las salchicas, arropaditas con sus respectivos panes
de perrito caliente, para salvarla. Si Alicia, en lugar de estar leyendo en el
momento en el que se cruzó con el conejo blanco, hubiera estado en plena merienda,
seguro que hubiera ido a parar a esta isla la cual, en vez de estar gobernada
por la reina de corazones, tendría como presidente al sombrerero loco. Es algo
así como si John Francis Daley y Jonathan M. Goldstein hubieran escrito el
guión poseidos por el espíritu de Lewis Carrol. O como si Cody Cameron y Kris Pearn hubieran
tomado la personalidad de Dali y Magrite a la hora de sentarse en sus
respectivas sillas de directores.
Tanto desvarío de colorines puede terminar
provocando una sobredosis de azucar, pero a
nadie le amarga un dulce, y mucho menos cuando esos dulces son
nubecillas flotantes con caritas juguetonas.
Si te gusto esta te recomiendo que veas "futbolin" de Campanella, que a día de hoy es de lo mejorcito que he visto de animación del año pasado.
ResponderEliminarPues me la apunto. La verdad es que de ve que tiene buena pinta.
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