Reparto: Belén Rueda, Mario Casas,
Sergi López, Juan Diego Botto, Ella Kweku, Larsson do Amaral, Mikel Iglesias,
Gemma Brió, Òscar Foronda
Valoración: 5 / 10
BONITA, SIN MÁS
Por Lucía
Pérez García
En Ismael hay dos películas: por un lado, un pequeño
drama familiar, romántico, y por otro, una comedia. El primero tiene como
protagonistas a Ismael (Larsson Do
Amaral) y Félix (Mario Casas), un hijo y un padre que no se conocen y que, por
la sorprendente iniciativa del pequeño de ocho años, que vayan ustedes a saber
cómo compra el billete de AVE y se planta en Barcelona sin que su madre, Alika
(Ella Kweku) y su padrastro, Luis (Juan Diego Botto), se enteren, terminan
cruzando sus vidas. Y la segunda es la que viene de manos de Nora (Belén Rueda), madre de Félix y del amigo de éste (Sergi López), que dejando de lado sus
problemas se abren emocionalmente el uno al otro, provocando una serie de
situaciones cercanas a la comedia clásica americana.
Suena bien, pero que muy bien (calderas a parte, ya verán
porqué). El problema es que es más lo que suena que lo que luego se ve. La
historia es, lo que se dice, bonita, sin más. No tiene giros sorprendentes ni
la profundidad necesaria para llegar a emocionar del todo. Si bien te cuestiona
varios dilemas, como el del racismo, con una escena en una cafetería que bien
podían haberse ahorrado y el hecho de que el niño protagonista sea fruto de la
relación entre un hombre blanco y una
mujer negra; y el de la paternidad ¿Qué es realmente un padre? ¿Aquel que lleva
tú sangre o el que te ha cuidado toda tu vida? Fuera de ello, es la parte
cómica la que termina salvando un guión que de otra forma llegaría a ser
bastante monótono. Es la que te saca una sonrisa cuando tu mueca empieza a
hacerse triste o cuando la boca empieza a abrirse para bostezar. Y aquí no solo
entran la abuela y el amigo pertinentes, a ellos se suman los alumnos problemáticos
de Félix, cuya apariencia no tiene nada que ver con su fondo; he aquí una nueva
cuestión.
En mi opinión, lo que más chirría las actuaciones.
Algunas son perdonables, como la de Ella Kweku, modelo internacional que paga
un poco la novatada. Pero otras son algo más que un delito. Mario Casas no me
termina de convencer. Va creciendo desde el principio de la película, pero no
acaba de alcanzar la calidad que a estas alturas se debería esperar de lo que
se supone una promesa del cine español. Dicho de otra manera, no es el Mario de
La mula, ganador del premio en el
pasado Festival de Málaga. Sin embargo, nada hay que objetar al pequeño
Larsson, cuyos pequeños fallitos son los normales en un niño de su edad. Y
mucho menos a la bis cómica de Belén Rueda y a un Sergi López fantástico en su
papel de conquistador. Juan Diego Botto tiene un papel secundario, pero lo
defiende con maestría.
En general, Ismael es poco más que una película con encanto. Algo
así como el hotel rural de personaje de Sergi López; agradable, íntimo, bonito,
pero con las incomodidades y ruidos propios de lo que se aparta de lo
común. Y es que después de películas tan
negras como Plata quemada o Cenizas del paraíso, Marcelo Piñeyro
necesita aun recorrer un pequeño trozo del camino que le lleve hacia la luz. Ismael tiene luz, pero es una luz
intermitente como la llama de una vela. Pero estoy segura que cuando el
director argentino pulse el interruptor y se encienda la bombilla,
desaparecerán todas las sombras.
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