Por Lucía Pérez García
No hace falta que la brújula señale el norte para encontrar dragones. Están en cualquier parte. Reales o no. Grandes y fuertes. Más cuanto mayor sea la imaginación. Más, normalmente, cuanto menor la edad del fantasioso, o cuanto más feliz sea, sin importar los años. Nacidos de leyendas y mitos. Han conocido princesas, caballeros, reyes, enanos, elfos, santos medievales… incluso a Dennis Quaid y, ahora también, a Robert Redford. Creerlo y verlo es sueño. Sueño es igual a plenitud, alegría y paz.
No es necesario que la brújula señale la dirección del cine. Un dragón puede guiarte. Llevarte en volandas hasta la misma butaca y recogerte a la salida. Educado, espera fuera para no dejar a nadie sin sitio. Invisible, se camufla y espera paciente sabiendo que su amigo cinéfilo ha hecho un buen trabajo. Hoy, todos los valientes que han osado internarse en el bosque para buscarlo obtendrán su recompensa. Ese tesoro que guardan todos los dragones del mundo y que Elliot trae en forma de felicidad.
David Lowery (Un lugar sin ley, 2013) recogió la brújula que dejó olvidada en un cajón aquel dragón que en 1977 bailaba al son de las canciones de su amigo Pedro, y en lugar de utilizarla para ir en su busca, decidió limpiarla y pulirla. La nueva brújula le señaló una dirección diferente. Por el camino, pensaba en Mogli y Baloo de El libro de la selva (Wolfgang Reitherman, 1967), en los dinosaurios de Parque Jurásico (Steven Spielberg, 1993). Pensaba, según él, en la amistad de Mi vecino Totoro (Hayao Miyazaki, 1988), El viaje de Chihiro (Hayao Miyazaki, 2001) o El corcel Negro (Carrol Ballard, 1979), y en el bosque misterioso de La bruja (Robert Eggers, 2015). Y pensando, pensando llegó a su destino. Un lugar reinventado donde todo era diferentemente lo mismo, e incluso mejor.
Tan solo la música se perdió en esta larga travesía y siguió una senda totalmente distinta. No por distinta equivocada, pues al final acabó reuniéndose con la expedición y metiéndose en cada una de sus mochilas. Misterio, aventura, diversión, magía, algo de miedo, y mucha, mucha, mucha amistad, alzando el vuelo como un dragón en plena Edad Media. Así son las notas de Daniel Hart.
Una nueva dirección, un nuevo sentido, pero el mismo lugar. Un dragón que no baila pero que es tan feliz y abrazable como su hermano mayor, y mucho más impresionante –técnica y avances mediante- que aquel, sin perder su encanto. Tan clásico y tan nuevo. Tan divertido, espectacular, lleno de aventuras y buenas intenciones que podía ser de Disney y de Spielberg (Estornudo incluido) a la vez. Y, por si fuera poco, con Robert Redford (muy atento, y acertado, a no correr en esta ocasión) y Bryce Dallas Howard (no hay película de esta mujer que no me guste).
Niños volando durante la película. Madres llorando de bonito. Yo explorando las calles en busca de dragones a la vuelta del cine. Aplausos. ¿Ya? ¿Qué corta, no?
Valoración: 8.5 / 10
PETER Y EL DRAGÓN, “PETE’S DRAGON” (2016)
Director: David Lowery
Reparto: Oakes Fegley, Bryce Dallas Howard, Oona Laurence, Robert Redford, Michael C. Hall, Wes Bentley, Craig Hall, Karl Urban
Género: Fantasía, remake
Duración: 102 min.
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