martes, 3 de mayo de 2016

# ciencia ficción # distopía

CRÍTICA DE HIGH RISE (2015)

HIHG RISE: UN COLOSO EN LLAMAS
Por Lucía Pérez García  




Una película tachada de infilmable. Rara, rara. Tan rara que no puedes apartar los ojos. Rara hasta el extremo de querer volver a verla. Puedes no entender nada y entenderlo todo a la vez. Es lo que tienen estas extrañas películas. O quizás la odies. Es lo mismo. 

El mundo del escritor J. G. Ballard no es nada agradable. La literatura del autor de la novela en la que se basa la Spielgberiana El imperio del sol (1987), no es como esta obra, excepción que confirma la regla, nos cuenta. Es una literatura cuyo mundo está teñido de apocalipsis y manchado del sueño de Sodoma. Representante de la nueva ola de la ciencia ficción inglesa de los años sesenta, bucea por los recovecos de la mente humana, excava en el subconsciente y saca los instintos más primitivos. En sus letras, el fin del mundo no es material, es totalmente psicológico y comportamental. Ballard explora el “espacio interior” y sus consecuencias en el exterior. 


High Rise es la tercera de las novelas de Ballard que se lleva al cine, tras la ya citada El imperio del sol y Crash (David Cronenberg, 1996). Basada en El rascacielos, escrita en 1975, recurre a tópicos ya pateados desde los inicios del género, Metrópolis de Fritz Lang sin ir más lejos, y le da el carácter contemporáneo que ya hace casi un lustro, cuando tiene lugar la historia, se antojaba actual. La nuevas tecnologías, el lujo, la comodidad, el dinero… y todas las consecuencias asociadas a ello. No por ello está desfasada. Muy al contrario, sigue en pie desde que el hombre es hombre, y lo seguirá estando hasta que deje de serlo y se cumplan, por tanto, las profecías pesimistas que gusta babear la ciencia ficción. 


El director Ben Wheatley saca partido a una época, los setenta, que veía el final de la arquitectura postmoderna (tan dada al simbolismo) y el nacimiento de los edificios High-Tech; que vivía en el consumismo propio de la era del pop art, el kitsch, los inicios del video arte, la revolución sexual, de La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971), que inspira el poster, y con la que tantas cosas tiene en común, en el fondo. Excusas, todas, que entran dentro de un rascacielos, lo dicho: postmoderno y con todo lujo de detalles y comodidades, habitado por los especímenes más y menos selectos, o viceversa. Arriba y bajo, respectivamente. Y en medio de todo, un psiquiatra (un increíblemente michaelfassbenderiano Tom Hildeston) presto a ser el testigo directo del apocalipsis, y el caleidoscopio de un niño, cuya mirada es tan psicodélica como los hechos que se presentan ante sus ojos. Si a ello unimos la música minimalista (estilo, por cierto, nacido en los años setenta) de Clint Mansell, compositor habitual de los delirios de Darren Aronofky, lo único que nos queda por decir es: SOS. Título de la canción de ABBA que remata, increíblemente interpretada por una sección de cuerdas soberbia, y sombríamente repetida en la voz de Martha Paton, todo el simbolismo, significado, rareza y horror de la película. 

No, no es Shame...
Estrenada en los festivales de Toronto y San Sebastián, no puede más que traer opiniones variopintas y contrastadas. Desde la admiración y el hipnotismo, hasta el más puro aborrecimiento. Desde la obra de arte, hasta la basura más pestilente. ¿Y que, sino, despierta en nosotros el futuro? 


Valoración: 9 / 10 

HIGH RISE (2015) 
Director: Ben Wheatley 
Reparto: Tom Hiddleston, Sienna Miller, Jeremy Irons, Luke Evans, Elisabeth Moss, James Purefoy, Keeley Hawes, Reece Shearsmith, Peter Ferdinando, Sienna Guillory, Stacy Martin, Enzo Cilenti, Augustus Prew, Tony Way, Dan Renton Skinner 
Género: Drama, ciencia ficción, distopía 
Duración: 118 min. 


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