miércoles, 23 de marzo de 2016

# clásicos # drama

CRÍTICA QUO VADIS (1951)

EL CINE ARDE CON ROMA AL SON DE LOS CANTOS DE NERÓN
Por Lucía Pérez García 



Bosley Crowther, el mismo que colmó de elogios La Túnica Sagrada, no dejó títere con cabeza al escribir la crítica de Quo Vadis. Una película “súper, súper colosal […] una combinación de brillantez cinematográfica y pura banalidad, de excitación visual y aburrimiento verbal de pretenciosidad histórica y sexo”. Una película que no fue hecha para “el público excesivamente sensible y distinguido”, sino para los que disfrutan de “las grandeza y el ruido”. Conclusión: “probablemente será un gran éxito”. 

Yo no puedo ser tan cruel. Recuerdo leer la novela de Henryk Sienkiewicz con letra miniatura. Veinte o veinticinco páginas por hora. Mediodía veraniego sevillano. Tan caluroso como el fuego que arrasaba Roma ante la mirada del césar chalado. Cada vez que cerraba el libro una voz me preguntaba: “¿Quo Vadis?”. Las páginas volvían a abrirse al sol de las casi tres de la tarde. Y yo sin comer… de repente un rugido. Los leones. ¡Dios mío! ¡Qué yo soy cristiana! Un segundo rugido me avisaba que el león hambriento era yo. Devorar libros es indirectamente proporcional a quitar el hambre. Tras el libro vino la película. No podía esperar a ver con mis propios ojos aquel mundo romano que me había montado. Tres horas más tarde, la sensación se inclinaba levemente hacía la decepción que hacia el asombro. Y sin embargo, no puedo ser tan cruel. Como se nota que el señor Croewther no ha vivido la era de los blokbusters y los reboots. 


Algunas de mis imágenes imborrables del cine son cortesía de Melvin Leroy: los personajes de Mujercitas (1949), cuyos rostros ya pertenecen a mi iconografía tanto como los de los dibujos animados; los Spencer Tracy y Frank Sinatra de El Diablo a las Cuatro (1961), y el Nerón de Peter Ustinov de este Quo Vadis. ¿Cómo iba a dejar por los suelos a un director que me ha regalado tales recuerdos? 


No llegó al extremo de traerme las palabras que había leído. No pudo contarlo todo en tres horas (quizás era antepasado de Peter Jackson, y necesitaba dos películas más). Tal mastodonte no cabía en las pequeñas tapas de mi libro. Pero algo me quedó. Y entre ello, la música de Miklós Rozsá. Un compositor que estudiaba, investigaba y experimentaba como el que más, y que tenía un idilio especial con la grandeza. Digna de competir con las bandas sonoras de Alex North para Espartaco (Stanley Kubrick, 1960) y de Dimitri Tiomkin para La Caída del Imperio Romano (Anthony Mann, 1964), la Quo Vadis puede presumir del honor de ser lo mejor de la película a la que acompaña.  


Quo Vadis Es enorme (¿Y qué versión de Quo Vadis no lo es?): en metraje (171 min), en presupuesto (7.000.000 de dólares de aquella época), en decorados, en extras (30.000), en nominaciones al Oscar (nada menos que ocho), en diálogos más grandes que la vida y en personajes más grandes aún. Tan enorme es, que a veces se olvida de la emoción. Sentimiento que suele recaer en los detalles más pequeñitos: una mirada, un gesto, algo que no se ve, sino que se siente. Y aun así, en su enormidad, la tiene. No está en la conversión de Marco Vinicio, tan intensamente descrita en el libro, y tan artificial y veloz en pantalla. No está en las largas parrafadas y el suicidio de Petronio. Está en Pedro y está en los cantos de los cristianos ante su muerte inminente. Está en esa voz que te dice: “¿Quo Vadis?”.


Valoración: 7 / 10 

QUO VADIS (1951) 
Director: Mervin Leroy 
Reparto: Robert Taylor, Deborah Kerr, Peter Ustinov, Leo Genn, Patricia Laffan, Finlay Currie, Abraham Sofaer, Buddy Baer, Marina Berti, Felix Aylmer, Nora Swinburne, Ralph Truman, Norman Wooland, Peter Miles, Nicholas Hannen, Geoffrey Dunn, John Ruddock, Elspeth March, Strelsa Brown, Alfredo Varelli, Adrienne Corri, Sophia Loren, Bud Spencer, Elizabeth Taylor. 
Género: Drama, histórico, religión. 
Duración: 171 min.

 

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