Género: Animación.
Duración: 93min.
Valoración: 8.5 / 10
Por Lucía Pérez García
La palabra felicidad puede definirse de muchas maneras. Una de ellas, está claro, es evocando a Gene Kelly en Cantando Bajo la Lluvia. Otra, es bailar como Snoopy. Morrito al cielo, brazos abiertos y patitas modo baile del sambito. Con eso y unas cuantas lucecitas de colores callejeras, la Navidad está servida.
Charlie Brown no ha renovado el armario en estos 65 años. Las creaciones de Charles M. Schulz parecen no haber cambiado desde entonces. Siguen teniendo esa especie de extraña melancolía, esa ración de realidad y ese mucho de ingenuo. Todos siguen siendo los mismos. Nada de adaptarlos a los nuevos tiempos. Porque en el mundo de los niños los mayores siguen sonando como trompas desafinadas. La animación digital no tiene nada que envidiar a sus antecesoras tradicionales. El volumen extraplano es la perfecta plasmación tridimensional de unos personajillos de perfil continuo. Y la melodía simplona de piano no se despega de la cabeza, en una adaptación de Christopher Beck que toca cada uno de los capítulos de la historia de forma diferente, desde los pequeños conjuntos hasta las grandes sinfonías: romántico, épico, cómico. Porque si en el día de un niño pasan millones de cosas, en el de un perro y una pandilla de pajaritos amarillos no hay tiempo suficiente para abarcar todas las aventuras.
Las pequeñas-grandes hazañas de Charlie Brown, muchas veces vistas pero igualmente disfrutables una vez más, se alternan con las legendarias aventuras de Snoopy. Al fin y al cabo, ambos persiguen lo mismo: a la chica del pelo rojo y a la perrita Fifi, a su heroica manera. Como si uno escribiera-literalmente- la historia del otro y el otro, a su vez, escribiera la del anterior.
No hay excusa para no verla. Incluso si no eres del club ‘Peanuts’. Es época de pelis de animación. Es época de Snoopy. Porque Snoopy ha tenido siempre algo de navideño. Feliz Navidad Charlie Brown.
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