Reparto: Russell Crowe, Jennifer
Connelly, Emma Watson, Anthony Hopkins, Ray Winstone, Logan Lerman, Nick Nolte,
Douglas Booth, Marton Csokas, Mark Margolis, Leo McHugh Carroll, Kevin Durand,
Madison Davenport, Dakota Goyo, Gavin Casalegno, Nolan Gross, Skylar Burke.
Valoración: 4 sobre 5
YA EMPIEZA
Por
Lucía Pérez García
“Dios miro la tierra y he aquí que estaba
viciada, porque toda carne tenia una conducta viciosa sobre la tierra” (Gn
6, 12).
Mi mente cinéfila no podía concebir el nombre de Darren
Aronofky junto al de Noé. Podía imaginarlo con una Biblia en sus manos,
maquinando el espectáculo más místico, surrealista, rarito y psicodélico que
las historia ha conocido. Pero no pensaba que se atrevería a intentarlo. Y mucho menos que consiguera
subirme al arca. Por mucho de Aronofky que tenga: personajes extremos, búsqueda
de sentido, metamorfosis, la muerte como creación de vida, como redención…nunca
deja de ser la historia que todos conocemos, o creemos conocer. Esa historia
que se repite en todas las culturas del mundo y que, quizás, porqué no, fuera
real.
Tampoco podía imaginar a Clint Mansell poniendo música al
diluvio universal. Recordaba la grandiosidad del sinfonismo clásico. Las
orquestas que elevaban sus notas al
cielo y hacían aún más enormes y desproporcionadas las acciones y milagros de
Dios. Un relato de proporciones bíblicas no puede sonar nunca a música
minimalista. Qué contradicción…
Luego me senté delante de la pantalla. Se apagaron las
luces y, entonces, dejé de pensar y de imaginar. Había ocurrido un milagro.
“Voy a traer el diluvio, las aguas sobre la
tierra, para exterminar toda carne que tiene hálito de vida bajo el cielo, todo
cuanto existe en la tierra perecerá. Pero contigo estableceré mi alianza”
(Gn 6, 17).
Todo es magestuoso en su desnudez apocalíptica. Kilómetros
de desiertos pedregosos y sobrecogedores fundidos en negro como solo los
hubiera descrito el Cormac McCarthy de The
Road: “una negrura que dolían los
oídos de escuchar”. Sin embargo, si por algo pueden doler los oídos, es por
el estruendo impresionante de la música. La butacas tiemblan. El mundo,
literalmente, se te viene encima. Clint Mansell se vuelve gigante para no ser
arrastrado por las aguas. Y en esa metamorfosis hacia un minimalismo bíblico y
post moderno a la vez, consigue atraparnos, sobrecogernos, envolvernos,
mojarnos, ahogarnos, exterminarnos.
“Encadena a Azazel de manos y pies y arrojalo
a las tinieblas; hiende el desierto que hay en Dudéel y arrojalo allí. Echa sobre
él piedras asperas y agudas y cúbrelo de tiniebla. Permanezca allí eternamente.
Cubre su rostro, que no vea la luz, y en el día del juicio sea enviado al fuego”
(Libro de los Vigilantes, Evangelios Apócrifos).
¿Quiénes son los Vigilantes? ¿Qué “demonios” hacen aquí? Nos
preguntamos todos. No sé si estarían allí ayudando al hombre como Prometeos de
piedra. Pero Aronofky leyó que había ángeles protectores de los hombres
(incluso tenían nombres: Amerazak, Armaros, Kokabiel, Tamiel y Asradiel). Leyó que enseñaron oficios a los hombres, que fueron castigados por Dios. Luego pensó ¿Por qué no? Imaginó gigantes de
piedra, porque de gigantes habla el Antiguo Testamento, y los puso a trabajar
en el arca. Una medio licencia que desconcierta, pero que da al relato un toque
de fantasia, de mito.
“Saltaron todas las fuentes del gran abismo
y las compuertas del cielo se abrieron” (Gn 7, 11).
Aronofky crea un mundo solo concebible por Tolkien. No
importa. El cine histórico siempre ha sido desproporcionado. Si Cecil B. de
Mille viviera, hubiera sido un maestro de los efectos digitales. La Historia más Grande Jamás Contada
hubiera sido más grande aún. No tengo duda. Por eso no culpo a Aronofky. Ni
siquiera sus desvaríos psicodélicos a contraluz, las visiones y sueños
premonitorios o los planetas ardiendo en el universo me contrarían. El fuego de
la guerra y los torrentes de agua queman, salpican y matan de verdad. Los gritos de agonía de los
desesperados moribundos ponen terminan de poner los pelos de punta.
Y en medio del caos, unos personajes que hielan la sangre.
Una familia cuyo destino es desaparecer, cerrar el mundo. El terror, la
impotencia. Un Russel Crowe en plena inspiración divina. Un reparto que no solo
consigue sobrevivir a la catástrofe, sino que la supera.
“Pongo mi arco en las nubes y servirá de la
alianza entre yo y la tierra” (Gn 9, 13).
Llevamos a las espaldas tropecientas películas
apocalípticas, pero ninguna como Noé. Un Apocalipsis en medio del Génesis. Una
idea tan contradictoria como Aronofky y Clint Manssel como artífices. Y por
ello, una idea tan genial; un resultado tan tremendo. Se te mete dentro. Es
difícil de olvidar.
Hombre pues la verdad es que aún no la he visto. Aunque espero que no se haga costumbre esto de las historias bíblicas, porque a mi personalmente me gustan las historias nuevas.
ResponderEliminarA mi mientras que sea buena la verdad es que no me importa. Además, me gusta mucho leer los libros en que se basan las películas y viceversa. Ahora que las historias originales me gustan mucho. No se con que me quedaría...me quedo con una buena película sea como sea =)
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