viernes, 4 de octubre de 2013

# aventuras # ciencia ficción

CRÍTICA GRAVITY (2013)

GRAVITY (2013), ALFONSO CUARÓN

Reparto: Sandra Bullock, George Clooney

Valoración: 9 / 10
         
YO QUIERO SER TAN ALTA COMO LA LUNA
Por Lucía Pérez García

Ayer cumplí uno de mis sueños. Por primera vez pude ver la tierra bajo las nubes, y no las nubes sobre la tierra. Pude comprobar la inmensidad de los océanos y la sobrecogedora desventaja de los continentes.  Pude ver el amanecer verdadero, aquel que no obedece a los puntos cardinales. Pude pisar la nada. Pude, realmente, experimentar el significado de la palabra sublime.
Pero no todo fue agradable ahí arriba. Los sueños, a veces, tienen algo de pesadilla. No solo sentí la paz infinita del universo sino que, además,  sentí de cerca la muerte. La vista se volvía nebulosa, los pulmones chirriaban en su esfuerzo por exprimir cada partícula de oxígeno, el dolor recorría cada músculo de mi cuerpo paralizado por el agobio y la asfixia. Y en el silencio, solo alcanzaba a escuchar mi corazón bombeando una sangre envenenada. El reloj de la muerte tiene el timbre de un latido. Y yo pude sentirlo. Por primera vez, y en tres dimensiones. En cierto modo, era como volver a nacer, o como no haber nacido.
Cuando me quité las gafas, mi sueño escapó de golpe, pero aun seguía existiendo dentro de mí, en un rinconcito de mi hiperactiva cabeza. Y desde su  minúsculo escondrijo, cantaba; y yo solo canto cuando estoy feliz. Algo hubo en aquel sueño que me hizo ver el mundo de forma diferente. Hasta en la más dura circunstancia, existe una luz positiva, y resulta que esa estrella lleva escafandra y tiene el rostro de George Clooney.
Todo es tan simple que sorprende, aunque dentro de esa simplicidad podamos encontrar muchas lecturas. Dos personas o, más bien, dos almas flotantes. El lado positivo y el negativo de la vida. Y poco más. La ingravidez absoluta y la más absoluta belleza.
Fue uno de los sueños más hermosos que he tenido. No hubiera sido lo mismo en dos dimensiones. La sensación de poder abarcar el mundo antes de que él lo haga contigo. El impacto del silencio más absoluto. Por momentos quise extender el brazo y tocar las estrellas con mis propias manos. Por momentos me sentí fuera de mi misma o, quizás, más adentro.
Desde ayer se que el espacio es diferente a la tierra. La nitidez de la atmósfera terrestre desaparece con la distancia. A miles de kilómetros de aquí todo está más difuminado, como si el oxígeno fueran cristales graduados. O, al menos, así me lo enseñaron ayer, y fue maravilloso.
También aprendí que el silencio más placentero puede ser roto por el molesto crujir de una palomita, que el maíz suena como una bomba en tiempos de paz, y que las pajitas son un invento siniestro fruto de una mente perturbada. Y, aun así, nada de eso consiguió despertarme por completo de mi sueño.
Hoy soy un poquito más feliz. Me siento afortunada. Ya me queda menos para alcanzar a Homer. Próximo destino: ¿los Oscar?





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