Reparto: Florian Lukas, David Kross, Stig
Henrik Hoff, Lachlan Nieboer, Rupert Grint, Sondre Krogtoft Larsen, Knut Joner,
Kim Haugen, Morten Faldaas
Valoración: 8 / 10
CUANDO EL HOMBRE NO ES UN LOBO PARA EL HOMBRE
Por Lucía Pérez García
Durante la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra y Alemania
se disputaban Noruega con el fin de controlar las materias primas abundantes en
el territorio. Dicha disputa ocasionó numerosos ataques y, como todos los
ataques, numerosas víctimas. Pero en la guerra las víctimas no son precisamente
las protagonistas, sino los supervivientes. Y aquí es donde comienza la
historia.
Desierto helado de Noruega. 27 de Abril de 1940. Un avión
alemán de la Luftwaffe y uno británico de la RAF se derriban el uno al otro.
Los tripulantes, cuatro alemanes (uno de ellos muerto en el accidente) y dos
ingleses, quedan abandonados a su suerte en medio kilómetros de montañas y
nieve. Ambas partes consiguen llegar a una cabaña, un lugar muy pequeño para la
convivencia de dos enemigos. Pero a veces, la supervivencia puede ser el
instinto más humano del hombre.
Con un argumento así, lo primero que se le pasa a uno por
la cabeza son grandes accidentes, muertes, peleas, dramatismo y, cómo no,
canibalismo; porque todos nos acordamos de Viven
y porque todos sabemos lo que traen consigo las películas basadas en hechos
reales, es decir, espectáculos dramatizados inspirados en hechos que a lo mejor
ocurrieron así en la imaginación de los guionistas y del director. Pero en Perdidos
en la nieve no hay nada de eso. Los accidentes simplemente se insinúan,
porque no es necesario enseñar lo que es obvio. La muerte es solo un extra
dentro del reparto. El drama está en su justa medida. De canibalismo ni rastro.
No imagino a un inglés tomando té con “patas”, ni a un alemán comiendo, él
mismo, salchichas de soldado. Tan solo las peleas son inevitables, porque
incluso en tiempos de paz todos nos peleamos continuamente por la más mínima
tontería.
Visto así, ya tiene otra pinta. Ya puede uno sentarse
tranquilo a ver la película con sus palomitas, su refresco y sus chucherías,
con la tranquilidad de que una vez en el estómago no van a tomar un cambio de
sentido. Lo más que puede ocurrir es que te solidarices con los personajes y al
final la comida llegue a casa sin tocar.
Pues eso, que estamos en nieve, hace mucho frío y tenemos
a cinco soldados metidos en una cabaña. Por la parte alemana: Florian Lukas
como el teniente Schopis, Stig Henrik Hoff como el sargento Sergeant Strunk y
David Kross (From The Reader) como el oficial Schwartz. Y por la parte
británica: Lachlan Nieboer como el capitán Davenport y Rupert Grint como el
soldado de artillería Smith. A primera vista quizás no les suene ninguno, pero
el reparto es más que convincente. Los ingleses no pueden ser más ingleses.
Nieboer es algo así como la version soldadesca de Hugh Grant y Grint, bueno, es
el pelirrojo de Harry Potter. Y los alemanes más de lo mismo, despiden tiesura
por los cuatro costados.
Las situaciones son, quizás, algo predecibles, pero es
que cuando se trata de sobrevivir todos tiramos de lo mismo y todos terminamos
padeciendo lo mismo. Pero esta circunstancia se salva con algunos momentos
divertidos, porque las penas con pan son menos y, a falta de pan, buenas son
tortas.
Al final (porque estas películas es lo que tienen, que se
puede contar el final sin miedo a destapar nada) lo que realmente se impone es
la moraleja: más allá de las diferencias, de la guerra, del hambre y las limitaciones; más allá del
propio orgullo; está la HUMANIDAD.
No es una película de guerra. Tampoco es una película de
intriga ni de terror. No es una película gore. Por su puesto, aunque en
ocasiones nos haga reír, no es una comedia. Lo que van ustedes a ver es una
película sobre el hombre. Toda una demostración de que Hobbes no tenía razón;
de que el hombre no siempre es un lobo para el hombre.
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