Por Lucía Pérez García
Si hay una artista difícil de ver pero fácil de sentir esa es Frida Kahlo. La primera vez que la pintura de Frida se planta ante nuestros ojos se resiste a ser mirada como se merece. Primeras impresiones traicioneras. Hay que obligar a las pupilas a mirar más allá de esas cejas pobladas y de los cientos de detalles desagradables que pueblan sus cuadros. Dentro, allí donde lo que uno siente es más profundo y se convierte en sentir universal. Una vez tocada esa fibra. Nervios y vasos sanguíneos que brotaban de los pinceles de la mexicana como si los hilos de óleo fueran tejido vivo. Hay que mirar de nuevo. El mundo ahora es diferente.
No ocurre lo mismo con la película, que desde el principio es contemplación y belleza. Una belleza, la de lo no bello, que cuando se consigue agarrar y se espachurra con las propias manos, muta en belleza pura e hipnotismo. La directora Julie Taymor, formada en el teatro: París, Sri Lanka, Japón, Broadway; artista del mundo de los títeres y, por su puesto, directora de cine, funde la esencia femenina –indispensable para tratar a un artista como Frida- con el conocimiento de otras culturas –en los dibujos y pinturas de Frida se pueden rastrear referencias mitológicas, no solo mexicanas, sino orientales y clásicas-, y la magia del cine y la pintura. Seis nominaciones al Oscar son justificación por sí mismas. La estatuilla para al música de su marido Elliot Godenthal (en plena competencia con Atrápame si puedes y Camino a la perdición), es el remate al buen trabajo. Sus notas son Frida y su mexicanismo. La llorona y Chabela Vargas (y lo dice alguien a quien no le hace mucha gracia esta señora), son la vivida pintura de la artista, que tantas veces fue y pinto a esa llorona.
Diagnosticada de polio a los siete años, un accidente de tráfico le dejó casi muerta a los dieciocho: fracturas de columna, clavícula, pelis, la pierna derecha rota en once partes, el pie dislocado, el pasamanos del autobús le atravesó la cadera hasta salir por la vagina… Durante toda su vida aguantó veintidós operaciones de columna (seis de ellas en un año), la amputación por gangrena de la pierna derecha hasta la rodilla, se cayó y clavo una aguja en las nalgas, tuvo problemas de riñón, anemias, y varios abortos. Y no era solo el dolor físico. El corazón y el alma le hacían sufrir más que nada. Su Diego, Diego Rivera, mujeriego empedernido y reconocido -que le engañó hasta con su propia hermana- era su segundo, o su primer dolor. Qiso suicidarse y aguantó por ganas de vivir y por amor. “ÁRBOL DE LA ESPERANZA, MANTENTE FIRME”. Escribía Frida en su diario y sus pinturas. Y tan firme se mantuvo que hasta consentía reírse del mundo: “Nada vale más que la risa. Es fuerza reír y abandonarse. La tragedia es lo más ridículo que tiene el hombre”. Mira ahora y verás que no todo es como lo pintan ¿O sí?
El dolor es parte central de la película, pero visto desde el lado positivo, desde esa risa de la que hablaba Frida y que mostraba siempre al resto del mundo. Estúpido él y estúpida ella. Todo es risa en su estupidez, y así lo refleja Taynor. Así lo refleja la genial Salma Hayek en su mejor papel.
Amante de El Bosco y Bruegel el Viejo. Conoció a Bretón, Kandisnky, Picasso, Max Ernst, Yves Tanguy y Miró. Pero todo ello no fue hasta 1939. Ella, sin saberlo, ya era surrealista. Perro su surrealismo no estaba sujeto a normas ni manifiestos. Era un impulso inconsciente y casi egocentrista en lo universal. No era el fuera, sino el dentro, pero el suyo propio. Porque a ella le gustaba reírse: “
Yo quisiera poder hacer lo que me dé la gana detrás de la cortina de la locura […] me reiría a mis anchas de la estupidez de los otros, y todos dirían ¡pobre! Está loca […] Sobre todo me reiría de mi estupidez”. Una estupidez tan mexicana como ella misma. Colores vivos, esqueletos y muertes, la luna y el sol, la llorona.
Como en toda película sobre artista que se precie, muchas son las referencias a su pintura, destacando el montaje de Las dos Fridas, su obra más conocidas. Pero si algo hay de impactante es la forma en la que el cine nos hace comprender. La reacción de Rivera ante el dibujo del aborto es tan impactante como la imagen misma. Imposible no comprender y ver la belleza. No está escondida, como parece.
Enamorada hasta lo más hondo de Diego Rivera. Su diario es fuente de amor y pasión “Soy él desde las más primitivas y las más antiguas células, que con el tiempo se volvieron él”, “Tu palabra recorre todo el espacio y llega a mis células que son mis astros y va a las tuyas que es mi luz”, “Nadie sabrá jamás como quiero a Diego. No quiero que nada lo hierra, que nada lo moleste y el quite la energía que necesita para vivir”. Y aun así, pocas veces lo pintó. No había colores para expresarlo.
En ocasiones, en lugar de Frida, parece que estamos viendo Diego Rivera: la película -aunque bien visto, leer su diario es leer a Diego-. Uno de los artistas mexicanos más importantes del siglo XX, genialmente interpretado por Alfred Molina (a la altura de Hayek), miembro del grupo de los muralistas junto a Orozco o Siqueiros. Comunista convencido, aunque contradictorio en su acciones, lo que hizo que le expulsaran. Amante de todas las mujeres, pero amante solo de Frida. Frida aguantó todo lo habido y por haber. El amor podía con ella, aunque la película quiere mostrar demasiadas infidelidades y el lado lésbico de la artista. Estamos en el siglo XXI y el cine no puede evitar estas cosas, aunque haya otras que aporten mucho más. La convivencia con un gran artista es difícil. Prueba a juntar a dos.
Y sin saberlo, también compartía con los surrealistas el pensamiento, la ideología. Comunista desde joven, casada con un comunista y amante de otros. Fiel seguidora de la revolución. Siguiendo los preceptos del Manifiesto por un arte revolucionario independiente de Rivera, Breton y Trotsky: “Consideramos que la suprema tarea del arte en nuestra época es participar consciente y activamente en la preparación de la revolución. Sin embargo, el artista solo puede servir a la lucha emancipadora cuando está penetrado de su contenido social e individual, cuando ha asimilado el sentido y el drama en sus nervios, cuando busca encarnar artísticamente su mundo interior”. Quiso hacer de su pintura un arte revolucionario: Realismo revolucionario. Siempre luchó.
La cuestión de las influencias y el surrealismo no son contempladas por el guión, pero salen por si solas de forma implícita si se es conocedor del contexto y la época artísticas. El comunismo al contrario, está en todas partes. Tanto que no se puede evitar la relación de Frida con Trotsky.
Frida Kahlo murió el 13 de julio de 1954, feliz de irse y de lo que dejó atrás: “Espero alegre la salida, y espero no volver jamás”.
La misma frase que concluye su diario, concluye la película. No hay mejores palabras para definir la vida y el arte de Frida Kahlo. Una mujer que, en propias palabras: “Yo nunca he pintado mis sueños. Solo he pintado mi propia realidad”.
Durante su vida expuso en varios lugares del mundo, siendo especialmente reconocida en México, Estados Unidos y Francia, donde participó en varias exposiciones, sobre todo a partir de 1940. Sus cuadros decoran no solo las paredes de museos, sino las de las casas de muchos famosos. Y su influencia y legado sigue estando presente. Sin ir más lejos, en la misma Sevilla, la exposición de Fausto Velázquez le hace un rendido homenaje a su persona. Sencillita y pequeña, pero a la vez eficaz, si uno es capaz de ver.
Valoración: 9 / 10
FRIDA (2002)
Director: Julie Taymor
Reparto: Salma Hayek, Alfred Molina, Mía Maestro, Roger Rees, Geoffrey Rush, Ashley Judd, Antonio Banderas, Edward Norton, Patricia Reyes Spíndola, Valeria Golino, Saffron Burrows, Chavela Vargas, Diego Luna, Margarita Sanz, Loló Navarro, Aída López, Alejandro Usigli, Lila Downs, Enoc Leaño.
Género: Drama, biopic, pintura
Duración: 120 min.
Vaya curro te marcas. Buen comentario, yo la tengo en tareas pendientes...
ResponderEliminarMe entusiasmé un poquito...jaja La pintura de Frida es que es como una peli de culto. Creo que es de las mejores pelis de pintores, y sin duda la mejor actuación de Salma Hayek.
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