Reparto: Zac Efron, Dennis Quaid, Heather Graham, Clancy Brown, Kim Dickens, Ben
Marten, Cadence Farrow, Brad Johnson.
Valoración: 3 sobre 5
PADRES, HIJOS Y SUEÑOS AMERICANOS
Por Lucía
Pérez García
Américas
profundas de granjas lejanas y plantaciones eternas donde los vecinos, a pesar
de vivir a veinte kilómetros unos de otros, se conocen mejor que si vivieran
puerta con puerta.
Henry
Whipple (Dennis Quaid) es uno de esos granjeros empedernidos cuya meta en la
vida es mantener, expandir y dejar en herencia sus terrenos. Como una versión
algo corrupta del Rock Hudson de Gigante,
Whipple pretende que uno de sus hijos siga sus pasos como el siguió los de su
padre, y éste los de su abuelo, y así sucesivamente durante generaciones. Pero los hijos a veces también tienen sus propios sueños. El mayor se ha ido a escalar
montañas a Argentina y el pequeño, Dean (Zac Efron), solo quiere ser piloto de coches.
Con
tal panorama, al que se va a unir la crisis económica, el patriarca Whipple
intenta mantener sus tierras y su negocio “a cualquier precio”. Si Hommer
utilizó energía nuclear para crear sus famosos tomacos. Henry Whipple lava
semillas -las “recicla”- para ahorrar dinero. Todo vale, incluso acudir al
funeral de otro granjero aprovechando el tirón para comprar sus tierras.
La
cosa va, pues, de tradiciones, de ambición, de egoísmo, de sueños y, sobre
todo, de padres e hijos. Obviando la omnipresente subtrama amorosa, que es más
un estorbo que un recurso dramático a sumar a la historia.
A cualquier precio podría ser una película más.
Quizás con cierto aire de telefilme vespertino. Pero en fondo tiene un algo. El director Ramin Baharani, cuyo trabajo poco o nada se ha
visto en España, ahonda en la herida del conflicto generacional. La hace un
poco más profunda -como profunda es la América donde se desarrolla- y la pone
en claro contraste con la luminosidad de los eternos campos de maíz.
Los personajes protagonistas evolucionan
visiblemente. Con picos y caídas. En dilecciones opuestas, para terminar
encontrándose. Mientras Quaid pasa de ambicioso a perdedor, Efron pasa de la
individualidad soñadora a la reveldía y el arrebato. Solo cuando ambos llegan a
la cima de la negación, se produce la
comprensión y la aceptación. La mirada de ambos es fiel reflejo de este cambio.
Quaid parece envejecer de golpe, por el golpe, y Efron ya no es el
chico más popular del instituto. Es un actor que se revela tanto como sus
nuevos personajes. Y parece que el intento va, poco a poco, por buen camino. Parece que se está esforzando por borrar de la mente de los espectadores esa imagen de niño high school. Algo de eso vimos en El chico del periódico y algo de eso se intuye aquí.
Una
película que puede pasar desapercibida pero puede merecer la pena por tres razones: por conocer al director, por ver a un Efron algo diferente y por
una historia que, aun vista y revista, se deja ver.
Me la apunto para verla.Me gusta mucho las peliculas que se ambientan en "la frontera", en el Oeste Americano, en esa Amercia Profunda que tantas cosas tiene en comun con nuestra propia España profunda, pero que al mismo tiempo es tan diferente,
ResponderEliminarEsta película está pasando muy desapercibida por todo el jaleo de los Oscar, pero está bastante bien. A mi también me gusta ese tipo de películas. De vez en cuando pienso que me encantaría vivir en un rancho...jaja
ResponderEliminar