Reparto: Juliette Binoche, Jean-Luc
Vincent, Robert Leroy
Valoración: 5 / 10
SACREBLEU!!
Por Lucía
Pérez García
No se puede encerrar al arte, porque acaba muriendo de
tristeza. Y cuando el arte es triste, el que lo contempla, se contagia y muere
también.
No se puede acusar al artista de loco y sublimar su
locura hasta tal punto que termine eclipsando su verdadero ser. No hay artista
loco, sino enamorado del arte y, como cualquier enamorado, comete locuras;
locuras de amor nacidas de lo más profundo del alma. Locuras de amor que no
merecen ser tratadas de enfermedad, sino de belleza.
Camille Claudel fue una artista maleable y frágil como el
barro; brillante como el bronce y de alma blanca como el yeso. Aunque pasó gran
parte de su vida en un manicomio, no es aquello precisamente lo que deberíamos
recordar de ella, sino su obra y su sensibilidad. Puede que Rodin le llevara a
la muerte, pero ¿No es bello morir atravesando las Puertas del Infierno? Puede que el amor le hiciera desgraciada
pero, ¿No pueden las manos de una escultora decapitar la desgracia y
convertirla en gracia? Puede que no se sintiera querida pero ¿Existe amor más
grande que el que un gran artista te inmortalice en una escultura?
Alguien debió hacerle estas preguntas a Bruno Dumont (L´humanite, La vida de Jesús). Alguien
debió decirle que no se puede oscurecer así la vida de una persona. Alguien
debió decirle que la enfermedad no está para exhibirla. Alguien debió decirle
que el arte no se debe silenciar. Alguien debió impedirle, en nombre del arte,
que rodara esta película.
Demasiado silencio, solo interrumpido por las muecas y
los ruidos de unos pobres enfermos mentales que ni siquiera figuran en la lista del
reparto. Demasiada tristeza para soportarla. Demasiado todo. Demasiado. No
merece esta película llevar el nombre de Camille Claudel. Por no merecerse, no
merece ni ser titulada, así el silencio sería aun mayor.
Lo único soportable es Juliette Binoche (Tres colores: Azul, El paciente inglés)
aunque yo, realmente, la compadezco. No es posible estar rodeada de un ambiente
como ese durante tantos días de rodaje y no salir con la cabeza redecorada.
Tanta pena no es sana para el ser humano.
Si alguien merece
de verdad que le encierren, ese es Bruno Dumont. Que le encierren en una celda
blindada y torturen su triste existencia hasta volverlo loco. Entonces
llegaremos todos con un equipo de grabación y rodaremos una película sobre su
vida obviando, claro está, toda su obra anterior. Seguramente la película sería tan aburrida como ésta, o más.
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