Valoración: 4.5 / 10
UN CARACOL FUGAZ
Por Lucía Pérez García
Como
dice el director de las 500 millas de Indianápolis al conocer a Turbo: <<Dentro
de una hora habrá caído en el olvido>>. Y es que este caracol de jardín
reconvertido en velocista dopado no pasará a la historia de Dreamworks. Cuando
dentro de muchos años destapemos el baúl de los recuerdos de la animación, no
habrá ni rastro de sus babas fluorescentes. Los moluscos babosos están de moda,
la fórmula 1 también, y no digamos el dopaje, pero las modas son pasajeras; y
esta tiene toda la pinta de pasar a toda velocidad.
Más
que una película infantil, parece que estamos viendo un video-libro de
autoayuda. Frases del estilo: <<Ningún sueño es demasiado grande, ni
ningún soñador demasiado pequeño>>, <<Nunca me doy por
vencido>>, <<No se deberían limitar el espíritu>>, <<Lo
llevas dentro, siempre lo has llevado. Mi hermano pequeño nunca se rinde. No
hay caracol más tenaz que tú>>, <<Jugársela y arriesgarlo todo o
ser precavido y aceptar la derrota>>; se repiten una y otra vez hasta la
saciedad. Y, cuando algún personaje dice lo contrario, en seguida le responden
con la misma canción: <<Hemos llegado lejos, con eso basta>>
<<No, no basta>>. Pues sí, si basta. Está bien que los niños
aprendan que hay que esforzarse para conseguir sus sueños y que tienen que
luchar por ellos aunque los crean imposibles, pero no hay que machacarlos
continuamente con lo mismo. ¿Es qué no tuvimos suficiente con Aviones? ¡Qué alguien detenga a estos
caracoles!
Lo
peor de todo es que creo que parece que son los mismos responsables de estas
películas los que hablan por boca del piloto Guy Gagne, ídolo de Turbo, cuando
éste dice a los periodistas: <<Al público le encanta creer que algún día
ellos también podrán conseguir lo imposible. Les encantan los soñadores
ilusos>>. Señores, creo que nos están tomando el pelo.
Y
la cosa no queda ahí. Además de tener vocación psicoanalítica, la película no
puede presumir de una buena animación al nivel que nos tiene acostumbrados la
productora. Saliendo de las fluorescencias babosas y algunas recreaciones de
lugares bastante realistas, es todo bastante flojillo. Estos caracoles no le
llegan ni a las babas a los de Epic, cuya
textura, brillo y técnica le da mil vueltas a estos bichos automovilísticos. E
incluso en la parte humorística era mejores los de Chris Wedge, lo cual deja a Turbo en un nivel muy, muy bajito
porque, si aquella ya era algo insípida, ésta directamente sabe a rayos., unos
rayos horriblemente aderezados.
En
fin, que ni Turbo es la alegría de la
huerta, ni es algo para recordar. Quizás nos llevemos a casa la musiquilla de Caracol fugaz (caracol fugaz), por pegadiza; o el Eye of the tiger, que no es precisamente
un elemento original de la película. El resto caerá pronto en el olvido como la
estela luminosa de un caracol fugaz.
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