LA VIDA DE PI (2012) ANG LEE
Valoración: 9 / 10
HABEMUS DIOS
Por Lucía Pérez García
En el Olimpo se celebraba un gran acontecimiento. Un
acontecimiento irrepetible. Hasta allí se habían desplazado todos los dioses
del universo para decidir cuál de todos era el más verdadero y cual el más
impostor. Era éste un problema difícil de resolver. Pero era necesario poner
solución a los conflictos del hombre, y aquella, en sus divinas opiniones, era
la única solución.
El primero en tomar la palabra fue Dios:
-Hermanos. Estamos aquí reunidos para tomar la decisión más
importante de nuestras inmortales vidas. Es necesario que no nos precipitemos.
-Por Tutatis-espetó Thor ¿A qué viene tanta formalidad?
-No deberías, hermano mío, usar el nombre de un compañero en
vano.
-Perdón. No quería ofender a su majestad. Pero es que me
parece que esta reunión es absurda. Nunca llegaremos a un acuerdo.
-No desesperes hijo mío.
-¡Y dale con que todos somos tus hijos! – Gritó Ala desde el
otro extremo de la sala –No le basta con llamarse Dios, como si fuera el único,
que encima quiere tener familia numerosa. Como si por ello le hicieran
descuento en el paraíso.
-Cuida tus modales Alá. Sabemos que estás molesto porque no
hemos dejado entrar a Mahoma. Pero compréndelo. Mahoma es solo un profeta y en
el Olimpo solo pueden entrar los dioses. – dijo Zeus intentando contener su
furia.
-¡Mahoma es más dios que muchos de los aquí presentes!
-Bienaventurados los humildes de corazón porque ellos verán
a Dios.
-Bla, bla, bla…a mí no me vengas con sermones. Bien sabes
que en el fondos tú también eres solo un profeta, y de mucha menos calidad que
mi Mahoma.
-Deja en paz a Dios, Alá, no sea que te expulse del Paraiso.
¿Qué iba a ser de ti entonces? Piensa en esas pobres mujeres a las que ibas a
pivar de tu eterna compañía…-dijo Brahma irónicamente.
-Ya tuvo que saltar el señor ocho ojos capitán de los
repiojos.- Díjolo Alá y punto redondo.
-Un poco de paz por favor. Así no vamos a llegar a ningún
sitio.- dijo Buda mientras masticaba un gran trozo de grasa de toro de
sacrificio.
-¡Pero si aun no hemos bendecido la mesa!
-No te preocupes Yaveh.- le tranquilizó Hera- Ya me encargué
yo de que toda la comida fuera bendecida por los ritos conocidos y por conocer.
-En fin.- suspiró Thor- dejémonos de tonterías y pasemos a
lo que interesa. Ya os dije yo que no nos íbamos a poner de acuerdo.
Así, los dioses pasaron a exponer sus opiniones. Pero
pasaban los años, los siglos, las eras…y el problema seguía sin resolverse.
Todos querían ser el dios verdadero, pero su humildad y su voto de pobreza les
impedía demostrar tal avaricia. Total, que la fumata siempre era negra, lo cual
había llegado a provocar tales tormentas que el mundo casi se inunda. Sí, como
en la época de Noé. Y algo de aquel entonces pareció repetirse…
En una barca, en medio del océano infinito, había quedado
abandonado un niño con cuatro animales tras hundirse el barco que los llevaba a
Canadá. La ley del más fuerte había acabado con tres de ellos, dejando al niño
solo con el más fuerte, un tigre que, para más inri, se llamaba Richard Parker.
Si ya es difícil naufragar con un tigre por único compañero, más lo es aún con
uno que lleva nombre de paisano. Pero es que el niño no tenía un nombre menos
peculiar. Piscin se llamaba, de piscina. Dios los cría y ellos se
juntan…perdón. Los dioses los crían y ellos se juntan.
Ambos vagaban mecidos por las olas hacía un futuro incierto.
El horizonte era cada vez más lejano. El agua cambiaba de color a cada momento.
Ora azul, ora rojo, ora amarillo. El cielo se volvía intenso y tronaba, para
luego tranquilizarse y dejarse cuidar por el sol. La calma daba paso a la
violencia y ésta, a su vez, a la calma. Todo era sublime, como sublime era la
vida de Pi y de Richard Parker.
El tigre tenía una mirada misteriosa. Tan pronto estaba
llena de alma, como vacía de espíritu. Y el niño tenía un corazón sobredimensionado,
en el cual cabían todas las cosas de este y del otro mundo. No podía el tigre
devorarle, pues su corazón le hubiera matado de una indigestión. Así que
prefirió acompañarle en su aventura.
Los días pasaban y las aguas seguían siendo las mismas. Tan
hermosas como intimidantes. Pero tan
hermosas…
Vieron esto los dioses desde el Olimpo, los cuales dejaron
apartada su disputa para contemplar con asombro el panorama. De repente algo se
iluminó en el cielo. La solución se presentó ante sus ojos y no quisieron
perder la oportunidad.
Quiso entonces Dios…perdón otra vez. La costumbre. Quisieron
entonces los dioses que la barca llegara a buen puerto. Decidieron que la vida de Pi era digna de ser
compartida por todo el mundo, para que todo el mundo comprendiera. Para que
todo el mundo supiera que un corazón
bondadoso flota más que el barco más preparado. Para que todo el mundo tuviera
fe. Una fe tan grande como el océano y tan amplia como el horizonte, donde
tuvieran cabida todos y cada uno de ellos, como si de uno solo se tratase. Si,
esa era la solución al problema. Y una gran nube blanca cruzo el cielo.
¡Habemus papa! Que diga: ¡Habemus Dios!
-Alegraos hermanos porque hoy estaremos todos juntos en el
Paraíso.
-¡Y Mahoma será nuestro profeta!
-Amén.
“Si crees en todo, el resultado final será no creer en nada”.
Pero si no crees en nada ¿Qué te
queda?...creer o no creer, esa es, pues, la cuestión. Ang Lee creyó, y fue
recompensado con cuatro Oscar (director, fotografía, banda sonora y efectos
visuales). Yo también creo (aunque no creo que me den un Oscar por ello) ¿Y tú?
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