Reparto: Garrett Hedlund,
Sam Riley, Kristen Stewart, Amy Adams, Tom Sturridge, Danny Morgan, Viggo
Mortensen, Alice Braga, Elisabeth Moss, Kirsten Dunst, Terrence Howard, Steve
Buscemi
Valoración: 4.5 / 10
UNA
CARRETERA A NINGUNA PARTE
Por Lucía Pérez García
La carretera. Ese camino
interminable que nos llama con voz áspera de asfalto. Que nos invita a
recorrerlo y nos atrapa en su monotonía y en su relativa temporalidad. Recto o
exasperantemente curvo y enrevesado. Llano o empinado, casi vertical. Solitario
o tremendamente concurrido. Dulce o agobiante. Pero siempre hacia delante,
porque la marcha atrás no existe, tan solo existe un nuevo camino en dirección
opuesta.
Son infinitas las razones que
nos empujan a emprender el viaje. Desde el merecido descanso o la simple ansia
de libertad, hasta la búsqueda de uno mismo. Y es esto último lo que ha atraído
siempre al artista. Un nuevo lugar, un nuevo yo. Un yo reinventado o, quizás,
un yo verdadero que no conocía.
Jack Kerouac fue uno de esos
espíritus bohemios de los 50 que encontró en el viaje una forma de
expresión, más liberada, más rebelde y
más espontanea. Sus vivencias, trasladadas al papel en una especie de
autobiografía novelada, se convirtieron en todo un símbolo para aquella
generación que compartía inquietudes y preocupaciones. Algo así como las
películas de Marlon Brando y James Dean, pero en versión sublimada, itinerante
y no apta para menores de 18 años.
On the road fue su novela más famosa. Muchos fueron los interesados
en llevarla al cine, no en vano, ha sido una de las inspiraciones fundamentales
de las road movies. Desde el mismo
Kerouac, quien se lo propuso, precisamente, a Marlon Brando, hasta Coppola,
pasando por Jean-Luc Godard, Gus Van Sant (Tierra
Prometida) o Joel Shumacher. Sin embargo, la dificultad de la adaptación ha
hecho que tengamos que esperar hasta el 2012 para ver su versión
cinematográfica para la cual, según el propio director, Walter Salles (Diario de una motocicleta, otra road movie sobre jóvenes en plena
búsqueda personal) han sido necesarios ocho años de trabajo. Que el esfuerzo
haya valido la pena, más allá de reafirmar la dificultad de la adaptación, es
cuestionable.
La historia, de por sí extraña,
se hace aun más dislocada. El director intenta reproducir la prosa alocada de
Kerouac mediante planos extenuantes, cortes extraños, un abuso de la cámara en
mano y travellings algo estereotipados, sin llegar a conseguirlo del todo. Los
personajes son confusos, ambiguos y contradictorios. Entran y salen sin una
explicación clara del porqué o del cómo. Y la búsqueda de uno mismo, que
debería ser la razón principal del viaje, no se siente por ninguna parte. Más
que con sus respectivos “yoes”, lo que están buscando los personajes es un
encuentro, lo más cercano, íntimo y carnal posible, con todo aquel que se cruce
en su camino. Y si por medio se meten litros de alcohol y kilos de droga y
tabaco, mejor que mejor. O es que sus “yoes” están más perdidos que ellos
mismos, o es que la moralidad y la ética han muerto atropelladas por estos
conductores temerarios.
El reparto parece haber sido
elegido por una pandilla de adolescentes fanáticas y chillonas. Empezando por el
guapo de turno, Garret Hedlund (Troya,
Tron Legacy) y terminando por la superprotagonista de la saga Crepúsculo, Kristen Stewart, que
comparte demacración vampírica con San Riley (Control). No es que las actuaciones sean malas. De hecho, Hedlund
tiene una pinta de niñato insoportable que no puede con ella; pero distan mucho
de ser buenas, quedándose en un discreto aprobado condicional.
Lo mejor de la cinta son las
localizaciones, ayudadas por una más que aceptable fotografía de Eric Gautier.
Salles intentó filmar en los lugares reales por donde había viajado Kerouac.
También la ambientación y la música, firmada por el ganador de tres Oscar
Alfredo Santaolalla (Brokeback Montain,
Babel, Diario de una motocicleta), contribuyen a la parte positiva, aunque
en mi opinión, no le llega ni a los talones a la increíble partitura de Brokeback. El interés y las ganas se
notan, pero eso no es suficiente para salvar la película.
Quizás ha llevado demasiado la
trama a la situación actual, donde parece que lo único que importa es vivir la
vida sin pensar en el futuro ni en las consecuencias. Abusa demasiado de la
droga, el sexo, el alcohol y la locura desenfrenada. Todo aquello que atrae a
la juventud actual (Si es que a un niño de 15 años con un cigarro en la boca se
le puede llamar juventud), pero que sobra en cantidades industriales en la
película. En algunos momentos casi me pareció estar viendo a Almodovar
escondido detrás de la cámara dando consejos “morales” al director brasileño…
Me quedo con dos frases que por
sí solas resumen toda la película:
“Has
agotado toda la poesía que había e ti”
“Echa un vistazo a tu interior y veras en grado de podredumbre al que
has llegado”.
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