EN EL NOMBRE DE LA ROSA, DE UMBERTO ECO, DE JEAN JACQUES ANNAUD Y DE SEAN CONNERY. AMEN.
Por Lucía Pérez García
Justo antes de comenzar a relatar el primer día, Adso teme que el recuerdo merme sus facultades: “Ojala mi mano no tiemble cuando me dispongo a narrar lo que sucedió después”. Justo antes de empezar a leer el primer día de Adso, yo ya no podía despegar mis ojos del libro. Mis temores no estaban en el recuerdo, sino en quedarme petrificada ante tal fascinación novelesca y no ser capaz de hacer otra cosa que seguir leyendo. Mis manos no temblaban, pero mi cabeza vivía inmersa en un laberinto de bibliotecas e iconografía medieval del que me era imposible salir. Cuando no tenía el libro de Umberto Eco en las manos, tenía uno de historia del arte medieval, o incluso el Apocalipsis. Justo antes de llegar a la última frase del último día, la película de Jean Jaques Annaud me esperaba dentro del DVD. En palabras del director: “una entretenida trama policiaca. Una historia asombrosa que te lleva a otro mundo”.
Eran todos tan feos…
Ron Perlman a la cabeza. ¿Acaso no eran feas las representaciones del mal del arte medieval? Fachadas y capiteles llenos de criaturas esperpénticas, terroríficas, dignas de cada pecado, mortal y capital, para adoctrinar a los fieles iletrados, supersticiosos y asustadizos. ¿No hay superstición también en estos personajes? El director francés buscaba realidad. Histórica, pero también literaria. La propia historia destila una misteriosa maldad: “La tierra baila la danza de Macabré; a veces me parece que surcan el Danubio barcas cargadas de locos que se dirigen hacia un lugar sombrío”.
Sean Connery…
Presencia. Por él mismo. Cualquier papel a cualquier edad. No importa. Es Sean Connery. Es William of Baskerville. No podía ser otro y así quedará para siempre, pese a que las dudas asaltaron a Annaud durante el casting. La luz del conocimiento y la belleza entre tanta suciedad y conspiración maléfica. La criatura opuesta del lado derecho del tímpano. La que tiende la mano a Dios, aunque con cierto orgullo intelectual, siempre en pos del bien. Su personaje es todo: el bien, la inteligencia, la deducción y la transmisión del conocimiento.
La arquitectura…
La palabra espectacular es un pobre cúmulo de letras al lado del diseño de producción de las películas de Annaud (Siete años en el Tibet, El oso, Enemigo a las puertas, El último lobo). Un adjetivo que con la fotografía de Tonino Delli Colli y la música de James Horner aumenta más si cabe. Porque la arquitectura no es solo ella misma, sino todo lo que la habita y la rodea. Fiel a la historia. Rodada entre el monasterio cisterciense de Eberbach (pese a que el arte cisterciense alcanzó su apogeo en el siglo XII, y que a principios del XIV muchos de estos monasterios quedaron en ruinas, este monasterio sobrevivió) y los grandiosos decorados construidos en Italia. Con la niebla y la nebulosa y húmeda suciedad siempre presentes. Y una música anacrónica y con cierta atonalidad, grave, solemne y sobretodo misteriosa, que incrementa la oscuridad del entorno; acompañada de los siempre inquietantes cantos gregorianos, cuyo eco transmite más que ningún otro elemento, la forma, la función y el espacio de esta arquitectura religiosa. Enorme.
Los códices…
El conocimiento. Se puede depender de él como de una droga. Más aún incluso. Querer más y más. Llegando a matar. Muerte por curiosidad intelectual. Lo creo. Y en la Edad Media, es que algunos siguen considerando oscura, el conocimiento era parte esencial. Los monasterios eran criaderos de eruditos. Hombres proponiendo teorías hasta debajo de las piedras (o de la mugre). Hombres afanados hasta perder la vista y sangrarle los dedos en copiar esos textos para su transmisión futura. Sin ellos, hoy no sabríamos ni la mitad. Hoy solo sabríamos que sabríamos absolutamente nada. La oscuridad medieval no es tal. Es luz y nada más.
Las bibliotecas y scriptorium son parte esencial de la historia. En la película no falta detalle, como no falta en la descripción que de ellos hace Adso en la novela: “El scriptoprium me parecía un tranquilo y jubiloso taller del conocimiento. Los sitios mejor iluminados estaban reservados a los restauradores, miniaturistas, expertos y copistas. Cada mesa tenía todo lo necesario para pintar. Tinteros, plumas finas que muchos monjes afilaban con cuchillos, piedras pómez para fijar el pergamino y reglas para trazar las rayas de los versos”.
Miniaturistas. Porque no solo había textos. Las letras se acompañaban de dibujos de no menor significado. Parte fundamental de la historia del arte. De entre los millones de códices iluminados que existen, los beatos merecen mención importante. Umberto Eco lo sabía y por eso los incluyó como parte de la trama principal. Sumergirse en su iconografía apocalíptica es bucear por los colores, los ojillos redondos y expectantes de las figuras, criaturas infernales y, por su puesto Dios. Sumergirse doblemente en un beato y en El nombre de la rosa, es el colmo del éxtasis cinematográfico, artístico e intelectual. Tu cabeza puede entrar en un bucle con forma de escalera de caracol de biblioteca de monasterio.
Yo aún sigo subiendo y bajando por esas escaleras:
Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemos…
Valoración: 8.5 / 10
EL NOMBRE DE LA ROSA, “THE NAME OF THE ROSE” (1986)
Director: Jean-Jacques Annaud
Reparto: Sean Connery, Christian Slater, F. Murray Abraham, Michael Lonsdale, Valentina Vargas, Ron Perlman, Feodor Chaliapin Jr., William Hickey, Volker Prechtel, Leopoldo Trieste, Helmut Qualtinger, Elya Baskin, Michael Habeck, Urs Althaus, Vernon Dobtcheff, Andrew Birkin
Género: Drama, intriga, religión
Duración: 131 min.
Una muy buena película, me la dejaron y tardé en ponerme con ella, me daba pereza ver tanto cura, pero me gustó mucho.
ResponderEliminarMuy buena y documentada, -apasionada-, crítica.
ResponderEliminarEn lo que es la calidad de la obra, extremadamente extraño caso en el que el papel y el metraje, van de la mano.
Felicidades.
Me gusta este blog.
Muchas gracias. El nombre de la rosa es uno de mis libros preferidos (no puedo deri si el primero, el segundo o el tercero, pero por ahí anda)y si a eso se añade que me encanta Sean Connery, y que soy historiadora de arte (y em tocó en la época en la que estaba estudnado arte medieval), no puedo más que hacer una crítica apasionada.
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