Reparto: Meryl Streep, Julia Roberts, Ewan McGregor, Chris
Cooper, Abigail Breslin, Benedict Cumberbatch, Juliette Lewis, Margo
Martindale, Dermot Mulroney, Sam Shepard, Misty Upham, Julianne Nicholson
Valoración: 7 / 10
UNA TRAGEDIA AMERICANA
Por Lucía Pérez García
Si la primavera la sangre altera, el
verano, en pleno agosto, te desangra sin más. Y si no que se lo digan a la
familia Weston…
John Wells, más productor de TV que
director (Urgencias, Turno de guardia, Smith, Shameless),
adapta la obra homónima de Tracy Letts (que también hace las veces de
guionista), ganadora del Pulitzer en 2008, a la gran pantalla. Una obra típica
del teatro norteamericano, con aires de Tennesse Williams (La gata sobre el tejado de zinc, Un tranvía llamado deseo) y tintes
de comedia, más que negra, de luto.
Prácticamente toda la acción transcurre
en la casa de los Weston, cuyo salón-comedor hace las veces de tramoya. Allí se
reúne toda la familia con motivo de la muerte del patriarca (Sam Shepard): la
madre del cordero (Meryl Streep), una mujer terrible con cáncer de lengua que
no se caya ni una, por dolorosa que sea; sus tres hijas, la amargada (Julia
Roberts), la responsable y conformista (Jualianne Nicholson) y la pija e
“inocente” (Juliette Lewis); con sus respectivas parejas (Ewan McGregor y
Dermot mulroney), la hija de la mayor (Abigail Breslin), la hermana de la viuda (Margo Martindale), el marido de
ésta (Chris Cooper) y su aparentemente tontorrón hijo (Benedic Cumberbatch). En
fin, un caos en el sentido más literal de la palabra.
Agosto es como un teatro. Desde la
unidad de lugar y la división de la acción, siendo la central, la de la comida
familiar, la más sugerente, densa…e irritante; hasta el mismo final, donde los
personajes van haciendo mutis por el foro uno a uno. Sin embargo, no deja de
ser interesante el contemplar la personalidad de cada personaje y su
comportamiento respecto a los otros y a la situación.
Desde el primer momento la atmósfera se
nota tensa. Cada palabra es más hiriente que la anterior y cada gesto más
despreciable. Tan solo algunas pequeñas pinceladas de un humor negro desteñido
consiguen aligerar un poco lo cargado del ambiente. Por todos lados aparecen
trapos sucios. No importa sacarlos a la luz. El caso es airearlos para que todo
el mundo pueda verlos y recrearse en la miseria del prójimo. Si uno sufre, el
de al lado tiene que sufrir el doble. Y, por consiguiente, sufrimos todos.
Este gusto amargo que dejan tanta
desavenencia y tanta lucha se suaviza con las buenas actuaciones de un gran
elenco de actores que, aun pecando un poco de teatrales , no tienen
desperdicio. Meryl Streep es tremenda. Tan pronto parece venirse abajo en un
baile de locura, ardor de lengua, ojeras y cabeza despelucada; como se alza
enorme sobre todo aquel que ose hacerle frente o, simplemente, ponerse en su
campo de visión. Julia Roberts no se queda atrás como digna hija de su madre.
Arrugas y canas incipientes. Su aspecto delata su cansancio
vital. Como sus gestos redundantes, fruto de la neurosis tanto tiempo
contenida. No hay espacio para hablar de todos, porque nadie se salva. Pero no
puedo dejar de nombrar a Benedic Cumberbach por aquello del contraste que
supone verlo de esta guisa después de escuchar su voz saliendo de las fauces de
Smaug.
Un detalle curioso es el del calor. En
la casa hace un calor enorme, lo cual propicia ese comportamiento arrebatado. A
mí me recordó a la escena de El gran Gatsby en la que están en el hotel de
Nueva York. Todos sudan y la temperatura sube. Y cuando sube la temperatura,
sube el pan…
Preparen
el aire acondicionado.
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