Reparto: Keanu Reeves,
Hiroyuki Sanada, Cary-Hiroyuki Tagawa, Rinko Kikuchi, Tadanobu Asano, Togo
Igawa.
Valoración: 3 / 10
PARA HACERSE EL HARAKIRI
Por Lucía Pérez García
Tengo la sensación de haber visto una mala
versión a lo Kurosawa de un videojuego de El
ninja Atori en la tercera dimensión, patrocinado por Tim Burton. Estoy algo
confusa…
Había una bonita leyenda japonesa que
hablaba de honor, lealtad y sacrificio. Una historia legendaria sobre un grupo
de 47 samuráis cuyo señor fue obligado a suicidarse y ellos, por consiguiente,
relegados a convertirse en ronin.
Queriendo vengar la muerte de su amo, asesinaron al traidor que le llevo a tan
fatal destino, entregándose tras ello a la justicia y siendo condenados al
mismo fin que su amado señor.
Tan famosa leyenda se convirtió en jidai-geki. Más de doscientas veces pudo
verse en la pantalla. Los 47 ronin se
multiplicaron hasta casi 10000. Japón se debe al bushido. No hay nada más honorable que un japonés. El hombre
occidental no puede llegar a comprenderlo. Y cuando lo intenta, salen cosas
como ésta…
No sé si la película es una pena o, simplemente,
es que es penosa. Es una pena desperdiciar una historia como ésta que mezcla el
jidai-geki con el género de
aventuras, la fantasía, el drama, la acción y el romanticismo. Es una pena
desperdiciar un reparto, a priori, hecho a la medida. Pero lo que más pena da,
es contemplar tan penoso resultado.
Hay jidai-geki.
Samuráis por todas partes. Algunos incluso parecen sacados de un story board de Kurosawa, pero se quedan
en eso, en la simple apariencia. Hay aventuras, no lo niego, pero no te invitan
a vivirlas. Hay más fantasía de la cuenta: una bruja (Rinko Kikuchi) que se
desintegra en nebulosas sinuosas como un personaje de anime, un dragón que parece salido de La Historia Interminable… Hay drama,
porque es para echarse a llorar la actuación inexpresiva de Keanu Reeves (Kai).
Hay acción…como en todo videojuego. Y hay romanticismo, de pega.
Lo que sí hay en mucho, pero que mucho
ordenador de por medio. Casi es preferible que, al comprar la entrada, en lugar
de unas gafas 3D te den un mando de videoconsola. Quizás Rinsch, tan novato el
pobrecillo, pensó que una parte de Keanu Reeves todavía vive en Matrix, o quizás se tomó la pastilla
equivocada durante el rodaje…
Después de ésto, creo que echo de menos
a Tom Cruise…
Al menos el vestuario es bonito…
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