Reparto: Chris Hemsworth, Daniel
Brühl, Olivia Wilde, Natalie Dormer, Lee Asquith-Coe, Alexandra Maria Lara,
Joséphine de La Baume, Jamie Sives, Jay Simpson, Pierfrancesco Favino
Valoración: 8.5 / 10
A RUSHHHHHHHHHHH
Por Lucía
Pérez García
Una vez leí en un periódico, acerca de una noticia
deportiva: “Hay quienes aborrecen la famosa frase del Barón de Coubertin de
<<lo importante es participar>>. Son aquellos que participan para
ganar y, de poder, se ponen auténticamente ciegos de victorias, dando un
saludable ejemplo de egoísmo que, en el deporte, más que ser un defecto es la
gran virtud que adorna a los campeones”. Aun conservo el pequeño recorte y hoy,
al disponerme a escribir esta crítica, me he acordado de él.
Rush, literalmente:
ímpetu, lucha violenta; es eso, la competición llevada a su grado máximo. Dos hombres
jugándose la vida por una victoria. Dos pilotos que alimentan su competitividad
fuera de los circuitos para recargar sus mentes ganadoras. Dos hombres que se odian pero que, al fin y
al cabo, no pueden vivir el uno sin el otro. Un campeón no lo es tanto sin un
rival a su medida. Cuando no hay nadie capaz si quiera de acercársele, el
campeón se relaja. No sabe igual una victoria ante un superdotado que ante una
panda de mediocres (con perdón). Para que la victoria sea plena tiene que haber
competitividad, y de eso Niki Lauda y James Hunt sabían un poco.
No debe de ser
muy fácil hacer una película sobre fórmula 1. Se corre el peligro de rozar la
retransmisión deportiva o el programa de catástrofes. Son tantos los adelantos
que se han llevado a cabo en poco tiempo en el mundo del deporte televisivo que
uno ya puede ver exactamente donde ha
caído una bola de tenis con el ojo de halcón, subir el Montblanc en una bici de
carretera sin pasar frío, saltar más de dos metros de altura e, incluso,
conducir un coche a más de 300 kilómetros por hora desde el sofá. Después de
esto, parecía que poca cosa más podía hacer el cine para introducirnos aun más
en el mundo de automovilismo. Sin embargo Ron Howard (Una mente maravillosa, El Desafío - Frost contra Nixon) consigue un
efecto impresionante. En lugar de la vista subjetiva que tan familiar no es a
estas alturas y que no aportaría nada a la película, nos sienta directamente en
el asiento del conductor, pero no de una forma física, sino emocional. Quizás
no sintamos el calor y la incomodidad de la cabina del piloto, pero si podemos
sentir la tensión, la inseguridad, la presión, los nervios y el miedo del que
se dirige hacia la meta y hacia la muerte al mismo tiempo. Más impactante aun
que la escena del accidente es, en mi opinión, la de la carrera final del
Campeonato del Mundo de 1976 cuando, una vez retirado Lauda por las malas
condiciones meteorológicas, Hunt lo arriesga todo por ganar los tres puntos que
le separan del primer puesto, aun en manos de su máximo rival. No ves nada,
solo la muerte cercana, pero sabes que si no te enfrentas a ella no puedes vencer. Entonces pisas el
acelerador y te embarcas en un viaje a ninguna parte a una velocidad
endiablada.
Pero no todo son coches en Rush. Fuera de los circuitos también hay película, una película
igual de intensa si cabe. Las diferentes y opuestas personalidades de ambos
pilotos dan lugar a enfrentamientos y situaciones de tensión que están bastante
bien narradas. No se para en sentimentalismos ni compasiones. De vez en cuando
un detalle divertido y de vez en cuando alguno desagradable (son desgarradoras
algunas de las escenas del hospital, aunque no lo es menos la de la rueda de
prensa tras el accidente) pero todos dispuestos de forma que dan coherencia a
la historia sin distorsionarla ni llevarla al mero programa de cotilleos.
Toda tensión emocional se consigue gracias a unas enormes
interpretaciones y una ambientación muy acorde con la época (quién pondría de
moda esos bigotitos y los pantalones de campana masculinos…). Tanto Daniel
Bhrul (Malditos bastardos, Goodbye Lenin)
como Chris Hemsworth (Los vengadores,
Thor), además de guardar un gran
parecido con los originales, se exprimen
para dar el máximo en sus actuaciones. Tan creíble es el disciplinado e
introvertido Lauda, como el extrovertido y juerguista de Hunt. Y juntos forman
una combinación que les lleva a explotar en la pista.
Rush no es solo
para aficionados a la fórmula 1 o al deporte en general. Es una película que
puede atrapar a toda clase de público y que, tras su fachada de conflictividad,
esconde el conjunto de valores que hacen del deporte uno de los grandes
maestros de la vida.
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