EL
EFECTO MARIPOSA
Por Lucía Pérez García
Se derritió el último copo de
nieve. Palpitó la primera semilla. Un capullo de flor amenazó con abrirse.
Nació una mariposa. Llegó la primavera.
Desde que rompió su crisálida,
ve el mundo con otros ojos. Al principio sus alas eran torpes y volaba pegando
tumbos. No sabía cómo posarse y las corrientes de aire la arrastraban como un
tornado. Por un momento, pensó que no sería capaz de sobrevivir. Era más fácil
arrastrase y escalar por los tallos a modo de acordeón. Pero el instinto, el
maldito instinto, le había obligado a fabricarse una escafandra; una máquina
del tiempo que cambiaría su vida para siempre.
Solo había pasado un día y no
podía más que esperar el final. Sabía que su estancia iba a ser corta. Lo
odiaba. Pero ese era el destino reservado para las de su especie. Sin embargo,
sus ilusas compañeras revoloteaban dicharacheras entre las flores.
De repente, un impulso eléctrico
cruzó sus alas. Éstas empezaron a moverse a gran velocidad, soltando una
especie de purpurina plateada que, fastidiosamente, se le metía en los ojos.
Era un reflejo natural. No podía evitarlo. Por más que se aferraba a su lugar
de anclaje las alas no paraban de batirse hacia arriba y hacia abajo. No había
más remedio. Había llegado la hora. Relajó sus patitas y se dejó llevar.
Sintió una sensación agradable. Ahora todos los miembros de
su cuerpo respondían a la perfección. Volaba y volaba mecida por el aire
oloroso. Desde el cielo, todas las cosas del mundo parecían estar pintadas
sobre un lienzo de tierra. Quería acercarse más y tocarlo todo, probarlo todo,
sentirlo todo. Había tanto donde elegir y tan poco tiempo…se lanzó al vacío. La
suerte estaba echada.
No
por casualidad fue a caer en medio de unas orquídeas. Éstas eran de un color
rosa pálido, con reflejos blancos, anaranjados y violetas. La fragilidad de su
aspecto no les restaba belleza. Abiertas de par en par, las flores presumían de
sus grandes pétalos y su aroma acaramelada. Pero quería ver más y su estancia allí no podía
prolongarse.
Un
amarillo terraceo, de formas rotundas y tonos apagados, destacaba entre tanta
claridad. Aun quedaban restos del otoño lejano. Un otoño que recordaba haber
visto desde el suelo húmedo y mojado. Recordaba como los membrillos colgaban
pesados de las ramas, desafiando la gravedad. Y las risas de los niños cuando
escalaban el árbol para cogerlos. Ella ya no necesitaba escalar. Le bastaba con
detenerse en uno de los frutos y olerlo.
Delante del árbol había una pequeña casa. Una de las
ventanas estaba abierta de par en par. Y como todas las ventanas abiertas, era
una llamada a la curiosidad. Cruzó el alfeizar y contempló la sala. Había dos
mesas. Las dos querían prolongar la primavera
y se habían adornado con flores. Pero lo que no sabían es que a la primavera no
se la puede arrancar del seno de la madre tierra, porque en seguida pierde su
esplendor y muere. Aunque la agonía de una flor es casi tan bella como su vida.
En una de las mesas había preparada una taza de café y en la otra, un vaso
transparente hacía las veces de jarrón. Un no se qué hogareño flotaba en el
ambiente de aquellos frágiles objetos de cristal y porcelana. Una
fragilidad que, unida a la de las flores, se tornaba melancólica.
Al fondo, sentada en una silla, una niña de mirada celeste y
picassiana contemplaba el infinito. Delante de ella, colgados en la pared, dos
cuadros mostraban a un torero en plena faena. Quizás ella sentía miedo por
aquel hombre. Quizás soñaba con ser tan valiente como él. Quizás…
No
queriendo abusar de la libertad que le proporcionaba su tamaño para curiosear
por donde quisiese, atravesó la ventana en sentido opuesto. Atrás quedaron los
osados toreros, las niñas azules y los bodegones floridos. Volvía de nuevo a
respirar el aire renovado de la primavera. Sin embargo, había algo en todo
aquello que le resultaba extrañamente similar. Las flores, los frutos, el
cristal, la porcelana, la infancia, el miedo, la emoción, ella misma…todo era
tan bello y, a la vez, tan fugaz. El tiempo, que una vez fue joven, emprende su
carrera irreversible para no volver jamás, y con él se lleva cada segundo de
vida que consumimos.
La arena del reloj dio un último suspiro y se esfumó. La
mariposa cayó al suelo. Inerte, era absorbida hacia abajo en un pausado
remolino. Los giros prolongaban la belleza de unas alas que por un día fueron
sostén de una vida. El cuerpo de la mariposa fue a posarse delicadamente en una
flor, fundiendo su color, ahora seco y apagado, con el de ella. En ese momento,
algo se estremeció en el mundo. Nunca hubo un ser de vida tan efímera. Nuca
hubo un ser tan feliz.
Cómo la mariposa, Rocío Filiberto ha sentido la belleza de
lo efímero. En su caso, fue la enfermedad el vehículo que le llevó a conocer los
entresijos del arte y que le mostró las maravillas del mundo. En cualquier
objeto, en la más oscura y recóndita esquina, Rocío aprendió a ver la luz y la
alegría del color y la forma. El dolor dejó de serlo para convertirse en valor.
Un valor ganado a base de una lucha cuya espada tomó la forma de un pincel.
Para ella la vida ya no tiene límites.
<<No me parece
imposible que el cólera, el mal de la piedra, la tisis, el cáncer, sean medios
de locomoción celeste, como los barcos a vapor, los minibús y el ferrocarril lo
son terrestres>>.
Van Gogh, Cartas a Theo.
Lucía! Soy Regina. Acabo de leer la primera crítica de tu blog y ahora seguiré leyendo más porque desde luego, tu estilo poético invita a seguir leyendo. Continúa escribiendo así, defendiendo tu estilo! e intentando leer muchas cosas sobre arte, no solo sobre arte contemporáneo, sobre arte en general. ENHORABUENA POR HABER ENCONTRADO ESTA PASIÓN QUE ESPERO TE APORTE MUCHAS COSAS!!!
ResponderEliminarUn fuerte fuerte fuerte abrazo!
Regina
Muchas gracias!!! espero que te gusten el resto de las críticas. Yo estuve leyendo las tuyas, así que no te extrañes si de vez en cuando te robo alguna que otra inspiración =P pero solo para aprender eh! jeje lo que no sé es el día que salen las del Diario del Sevilla. Me gustaría leerlas.
ResponderEliminarUn abrazote!
BUENAS TARDES LA VERDAD QUE SI, TIENES MUCHISIIIIMA IMAGINACION, ESO ES VERDAD... SI TE HUBIESES PARADO A MIRAR SABRAS QUE SON FLORES DE ALMENDRO NO HORQUIDEAS...
ResponderEliminarPARATE A MIRAR Y VERAS QUE HAY MUCHO MAS ESCONDIDO QUE LO QUE HAS DISLUMBRADO.... GRACIAS
Preciosa critica a unos cuadros aun mas preciosos, mucha emocion y muchos sentimientos desvelados en esas pinceladas. Animo Rocio, sigue expresando todo lo que llevas dentro que es mucho!
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ResponderEliminarGracias, muchas gracias...no tengo palabras.... pareceis de mi familia ...
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